Pomuch “ahí donde se tuestan los sapos”
Calaveras que se ven por las casas y cementerios en el pueblo maya de Pomuch el Día de Muertos, no son de dulce como en el resto de México, sino de huesos verdaderos. Pomuch se encuentra en el estado de Campeche, al Sureste de México. Es una pequeña población pintoresca y de tradiciones prehispánicas arraigadas que tiene su origen en Tixpokmuch (etimológicamente se traduce como “ahí donde se tuestan los sapos”) uno de los nueve cacicazgos formados en el Posclásico maya por los hermanos Ah Canul, después de la caída de Chichén Itzá. Además de hacer el pan más rico de la región, Pomuch es famosa por su peculiar celebración de Día de Muertos o Hanal Pixán como se le llama en la región maya-yucateca. El ritual incluye la inusual actividad de desenterrar a los familiares que han pasado a mejor vida y limpiar sus restos para demostrarles que aún se les quiere y recuerda. Antecedentes religiosos El culto católico para conmemorar a los difuntos (Todos los Santos), se instauró en América desde el siglo XVII. Rituales paganos como el de Pomuch —que sus habitantes afirman haber heredado de sus antepasados— son indicio de que el culto a los difuntos existió en tiempos prehispánicos y que el festejo católico pudo haberse instaurado en sustitución de éste. Los antiguos mayas tenían varios dioses para representar a la muerte y sus diversas manifestaciones: Ah Puch o Yum Cimil era el Señor o Dios de la Muerte cuyo reino era el Metnal (o infierno maya), donde cohabitaba con los bolontikú o Señores del Inframundo; Ixtab (conocida como Ixtabay) era una Diosa maligna, de quién aún se cuentan mitos, que incitaba a los hombres a quitarse la vida; otra representación del Dios de la Muerte popular entre los habitantes de la Península es Kisín, un demonio travieso que en los códices antiguos aparece representado con características de calavera; y por último, los ocolpixán o “ladrones de almas”, que rondan a quienes están a punto de morir.
El ritual En la actualidad, las festividades de Día de Muertos se realizan en el mes de noviembre pero a diferencia de otros estados de la República Mexicana en donde la fiesta es el 1 y el 2, en el área peninsular las actividades y preparativos comienzan desde el 26 de octubre. El festejo a los fieles difuntos se toma muy enserio en esta zona y se prepara con respeto y cariño. Todas las actividades que se realizan durante la semana giran en torno a la llegada de las ánimas, como si fuera un pariente vivo el que llegara de visita: se limpia y arregla la casa, se cocinan los platillos favoritos del difunto, se le habla como si estuviera presente y se recuerdan sus acciones buenas o malas, dependiendo como haya sido en vida. Como parte del ritual, las mujeres bordan mantas con las iniciales del fallecido, flores y otros motivos decorativos para cubrir los huesos después de ser limpiados meticulosamente con una brocha. Las mantas representan “la ropa” del difunto. Es importante que éstas últimas sean nuevas cada año, ya que se cree que de lo contrario el alma del familiar no vendrá de visita. Según la tradición, deben pasar tres años antes de que los restos puedan ser extraídos de la tumba. Una vez fuera de ésta, las osamentas se colocan en una caja de madera con la manta bordada, dentro de una pequeña casita de cemento construida en el cementerio a semejanza del hogar familiar, pintada con los mismos colores brillantes y decorada con flores y veladoras para que el “muertito” se sienta como en casa. El festejo El 31 de octubre se dedica a los mejen pixán o “ánima de los niños” y el 1º de noviembre a los nojoch pixán o “ánimas grandes”. Los altares se adornan de la siguiente manera: se coloca sobre la mesa un mantel bordado con imágenes de santos y del fallecido; dos veladoras e incienso; jícaras con atole de maíz nuevo, tanchukuá (bebida de chocolate) y pinole; aguas frescas o bebidas alcohólicas; frutas, pan y otros dulces tradicionales (como el de camote o de yuca); y varios platos con la comida. También pueden colocarse otros objetos que recuerden al difunto o juguetes, en el caso de los niños. En el altar de muertos no puede faltar el típico platillo de temporada: el pibipollo (o mucbipollo como se le llama en Yucatán) que es un tamal grande de masa de maíz relleno de pollo y puerco pibil (condimento con achiote), que se cocina en hornos subterráneos. La celebración del Hanal Pixán es también un motivo para la convivencia que involucra a la familia entera: padres, hijos, abuelos, tíos, primos, etc. Al terminar los rezos y cánticos en memoria del difunto, los presentes se reúnen alrededor de la mesa a festejar y disfrutar de las bebidas y platillos preparados para la ofrenda.